martes, diciembre 04, 2007

Virgen de los Reyes


Al igual que sucede con otras imágenes famosas de la iconografía sevillana, un cierto halo de misterio parece rodear los orígenes de la venerable efigie de la Virgen de los Reyes. Historia, tradición y leyenda se entremezclan en la herencia literaria de aquellos historiadores y eruditos que han intentado acercarse al origen de este icono aportando distintas concepciones de su creación. Algunas fuentes, entre las que podemos citar al propio Lope de Vega en su obra La Virgen de los Reyes (1622), se inclinan por la hipótesis de que la imagen fue, en realidad, una donación a San Fernando de su primo Luis IX, rey de Francia, hecho que parece apoyarse en las antiquísimas zapatillas que calza la Virgen en las que se puede observar la flor de lis bordada, emblema de la Casa Real gala. Otros autores, sin embargo, se hacen eco en sus escritos de una tradición legendaria, extendida por toda Andalucía, que atribuye a manos angelicales la realización de la escultura de la Virgen. La que a continuación reproducimos extraída de la obra de José María de Mena Tradiciones y leyendas sevillanas se trata de una de estas mágicas versiones que postulan la concepción de la Patrona de Sevilla sin la intervención de la mano del hombre. Cronológicamente, la escena se sitúa pocas fechas antes de la conquista de Sevilla, en aquel instante bajo dominación árabe. "Estando el rey San Fernando en su campamento de Tablada, durante el cerco de Sevilla, poco antes de conquistarla, le ocurrió cierta noche quedarse en su tienda de campaña rezando. Mediada su oración se adormeció y tuvo una milagrosa visión en la que se le apareció la Virgen, en figura de una imagen muy lindamente labrada, con su Niño en brazos, y le decía: Fernando, por tu gran piedad, yo te prometo que habrás de conquistar a Sevilla. Al despertar llamó el rey a su capellán, que era el obispo don Remondo o Raimundo, y le manifesó la visión que había tenido. Pasado poco tiempo se cumplió el celestial aviso, y San Fernando pudo entrar victorioso en la ciudad. Aposentado en el Real Alcázar, que era la antigua Alcazaba árabe, pasaba el santo Rey muchas horas en oración, acordándose de aquella imagen que en sueños había visto, y para no olvidarla, quiso que los artistas escultores la reprodujeran. Pero ninguno de cuantos artífices había en el reino de Castilla fue capaz de conseguir una imagen que tuviese exacto parecido con la que el rey había soñado.

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